Dentro de la ópera italiana encontramos también el gusto por narrar historias ocurridas en países exóticos, como lo eran Pekin en aquellos años. De Gioachino Puccini, Nessum Dorma.
¡Pueblo de Pekín! Esta es la ley: Turandot, la Pura, será la esposa de aquel que, siendo de sangre real, resuelva los tres enigmas que ella le propondrá. Pero el que afronte la prueba y resulte vencido perderá su vida.
Tras el fracaso de cientos de pretendientes, el príncipe Calaf logra resolver los tres misteriosos enigmas de Turandot. ¿Cuáles son? la esperanza, la sangre y el último, el hielo que enciende tu llama: Turandot. Sin embargo la fría princesa se rehúsa a cumplir con el juramento sagrado que la obliga a ser esposa del hombre que adivine sus enigmas. El desconocido príncipe, viendo temblar de miedo a la princesa por primera vez, le propone un enigma: “Mi nombre no sabes, dime mi nombre... dime mi nombre y al alba moriré”.
¡Nadie duerma! (nessum dorma). Los heraldos de la princesa Turandot esparcen el decreto por todo Pekín. Nadie dormirá esa noche hasta que se encuentre a alguien que conozca el nombre del extranjero. Mientras el príncipe Calaf, posado en una escalera, contempla las estrellas y, seguro de su victoria, espera con ansia la llegada de la mañana.
Liu, la fiel esclava enamorada de Calaf, es la única que conoce el secreto pero no lo quiere revelar, y por ello es condenada a muerte. Calaf declara su amor por Turandot, pero la princesa le ruega que se marche. Él, sin embargo, le confiesa su nombre y Turandot, conmovida por su sinceridad, proclama que el verdadero nombre del desconocido es: Amor.
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